Intentemos sustraernos del contexto político y centrémonos en el momento digital. Desde el punto de vista digital, el hecho de si un candidato a la presidencia pueda o no ser investido de manera remota través de Skype es un acontecimiento histórico y sociológico de tal calibre que debería hacer saltar de su tumba al sociólogo Zygmunt Bauman y de su silla al catedrático en comunicación y también sociólogo Manuel Castells, entre otros.
El primero acertó a definir la época que nos ha tocado vivir como «realidad líquida» y el segundo la concretó con el concepto de la «sociedad red», trazos que describen la sociedad actual, inmediata, omnipresente, efímera y que no se ve afectada por la limitación del tiempo ni del espacio. Es la realidad digital actual, en la que vivimos tan intensamente como en la realidad cotidiana.
La realidad digital ya existe
El espacio fluido digital ya es una realidad desde hace años y diversas industrias se asientan plenamente en sus propiedades. Entre ellas, podemos encontrar, de manera enunciativa y no limitativa, a las siguientes:
- El mercado de capitales, que opera de manera continua en todo el mundo y mueve miles de millones de un lugar a otro del mundo en un clic.
- Espacios de consumo mundiales como Amazon, que operan con servicios logísticos entregando de un país a otro además de servicios distribuidos en la nube.
- Contenidos audiovisuales globales, como Netflix, HBO, Amazon Prime o Movistar+.
- Servicios sociales como YouTube, Linkedin (sí, éste mismo), Facebook, Instagram o WhatsApp, entre otros.
- La banda sonora de millones de personas en todo el mundo con Spotify.
- Medios de pago globales como Paypal y el reciente surgimiento del blockchain y las criptomonedas.
- Sistemas de reservas de vuelos como Amadeus o Booking para hoteles.
- La economía uberizada de bienes y servicios.
- La formación universitaria que capta alumnos desde cualquier lugar del mundo, los examina y les expide títulos personalizados reconocidos internacionalmente.
- Los certificados digitales, que nos permiten enviar las declaraciones de hacienda firmados de manera inequívoca.
- El DNI y el pasaporte electrónico, que incorporan datos cruzados y cruzables internacionalmente.
Por tanto, que un candidato electo pueda ser investido de manera remota no debería hacernos rasgar las vestiduras, más allá de observar la novedad pionera de avanzar varios pasos y de romper modelos estancos y tradicionales. El mundo digital es desapasionadamente transformador y con este acto le ha llegado el turno a los procedimientos políticos que –si no es ahora–, tendrán que empezar a adaptarse tarde o temprano a la nueva realidad.
Que un candidato electo pueda ser investido por Skype es un fruto más de la libertad del modelo de sociedad digital «que todos nos hemos dado». ¿No es así?