¿Vale la pena morir por un selfie? Obviamente, no, pero parece que no todo el mundo lo tiene tan claro, ya que desde 2014 127 personas han perdido la vida por hacerse una autofoto.
Las causas son variadas pero (según un estudio conjunto de la Carnegie Mellon University y el Instituto de la Información de Delhi) destacan las producidas por alturas, por ahogamientos y en las vías de tren. En realidad las víctimas no mueren por el selfie, sino por exponerse a situaciones de alto riesgo para conseguir el selfie de su vida; en este caso, el de su muerte.
Dos son los factores principales que pueden provocar los desenlaces fatales de este fenómeno y que debemos tener en cuenta para no formar parte de la macabra estadística:
Situarse en entornos de riesgo. Estando en una cena con amigos es difícil que mueras por hacerte un selfie, pero si te acercas a un acantilado o te pones al borde de un torrente de agua de gran caudal o te fotografías al lado de un león o serpiente venenosa, la probabilidad crece.
Abstraerse del entorno. Admitámoslo, hacers un selfie es complicado y precisa de toda nuestra atención. Anatómicamente hablando, nuestro brazo no ha evolucionado todavía lo suficiente para alargarse como un palo-selfie, nuestros dedos no alcanzan a manipular con comodidad las diferentes partes de los Smartphone actuales y a esto hay que sumar que, a veces, se bloquea la pantalla o el botón no hace click. Al estar pendiente de tantos factores técnicos y estéticos como sonreir y quedar bien en el encuadre, es fácil abstraerse del entorno en el que te encuentras, despistarnos y acabar perdiendo el equilibrio y la vida.
En el programa de radio Islàndia de la emisora catalana RAC1 (foto), conducido por Albert Om y perfectamente documentado por Mireia Ardévol, se trató ampliamente este tema y contó con la participación como experto en redes sociales de Enrique San Juan, director de Community Internet.
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